1 de febrero de 2014

Fiestas


El tiempo circular heleno y el lineal judío presentan lazos, ocultos por su aparente contradicción. La singularidad de los momentos revestidos de algún tipo de halo es una constante en ambos. Se celebran como fiestas, sean importantes para el grupo o para el individuo. Sucesos naturales, como los solsticios; hechos relevantes, como una gran victoria; sucesos extraordinarios, como algún descubrimiento cultural identificativo del clan (que puede llegar a ser muy grande); lazos de unión con sus dioses, como las distintas fiestas en su honor. Por otra parte, etapas en el tránsito de un individuo, como su paso a la adultez, su integración plena a la comunidad, o sucesos que han cambiado el rumbo de su vida.
Para ambos se trata de instantes únicos, que, por serlo, han de celebrarse sin cesar. Lo cual los convierte en continuo recomienzo, círculo perpetuo que otorga sentido a la vida. Instantes que construyen el verdadero transcurrir del tiempo, el cual, privado de estas singularidades cíclicas, quedaría disuelto en un discurrir amorfo e indiferenciado.

4 comentarios:

David Porcel Dieste dijo...

En efecto, también esos momentos ayudan a construir el tiempo subjetivo, quiero decir, la espera y el recuerdo, sin los cuales la vida carecería de proyección, se diluiría en un eterno presente, como bien dices, amorfo e indiferente. Excelente entrada.

M. A. Velasco León dijo...

Hermoso y certero, David, esa construcción del tiempo subjetivo mediante espera y recuerdo.
Gracias y salud

Manuel Marcos dijo...

Es renuevo el calor del tiempo, que otras veces, parece frío. Si va acompañado con vino, puede paladearse mejor.

Salud y un abrazo, Miguel Ángel

M. A. Velasco León dijo...

Muy cierto es, Manuel, el buen vino cambia el camino que, además de polvo y barro es también construcción del tiempo.
Salud