20 de diciembre de 2017

Conocer/Tener conocimientos

Erich Fromm en su obra ¿Tener o ser? contrapone dos modos de existencia: el del tener, es decir, el poseer que otorga valor a los hombres según sus bienes -tanto tienes, tanto vales- y el del ser, es decir, las experiencias vitales y nuestro modo de enfrentarlas, ya que es así como somos y nos hacemos. El segundo no se reduce al plano de los objetos, sino que es más rico, poliédrico y, en consecuencia, más complejo de explicar y entender.
Aplicada la oposición al terreno del conocer humano, topamos con la diferencia entre tener conocimientos y conocer. El primero se queda en la superficie, es simple acúmulo de datos, información de la cual no sacamos provecho vital, pues somos incapaces de conectar y extraer consecuencias. El segundo va a los adentros, la información es aguja que penetra en nuestros tejidos provocando asimilación personal, repercutiendo en lo que somos, en la construcción de nuestra vida. Fromm no estaría en desacuerdo si digo que tener conocimientos no excluye forzosamente conocer, sino que, habitualmente, es un paso previo y necesario para que se produzca.
Hoy internet estorba el conocer tanto como puede favorecerlo, como en otras épocas lo han hecho las bibliotecas y sus medios de comunicación vigentes. Sin embargo, está cambiando el modo de tener conocimientos, y lo antes expuesto no describe los nuevos mecanismos mentales generados. Google y la wikipedia, han asesinado a los tontos de salón, a las memorias de elefante, y se han convertido en los nuevos depositarios de unos datos siempre a mano. Extensión virtual de nuestra memoria, la de cada uno, y a la par una suerte de memoria externa colectiva. Este hecho nos convierte en ciborgs, cuya memoria va instalada en el bolsillo donde se encuentra el teléfono inteligente (el smartphone, según la asfixiante moda anglicista).


Pero, ¿qué sucederá si tal acceso se restringe? Una avería prolongada, un lugar al que no llega la cobertura, o, más allá de lo transitorio, la censura y el encarecimiento del acceso a la red. Supondrían una drástica merma de nuestras capacidades, puesto que la falta de uso de nuestra memoria biológica, implica su atrofia. En consecuencia, presenciaríamos una vuelta al elitismo del tener conocimientos y con él una nueva división según la posición socioeconómica.
En su momento las bibliotecas eran inaccesibles para la mayoría, hoy están en desuso frente a la red, pero un giro mercantilista en la red puede completar la vuelta de las aguas a su cauce tras el espejismo de los estados del bienestar (por otra parte, insostenibles para el conjunto del planeta). Vivimos tiempos de involución ante los que nos mantenemos incrédulos, desubicados y añorantes. Va siendo hora de conocer el presente.

3 comentarios:

David Porcel Dieste dijo...

Siempre me ha resultado inquietante la idea mesiánica de la interconectividad total. Ya hay filósofos que a comienzos del siglo pasado apuntan a ella y muestran su lado oscuro. Ahora ha pasado el tiempo y ya casi hay que buscar su lado luminoso. Indudablemente, las tecnologías nos sirven de soporte y de muleta en muchas ocasiones, pero no por ello debemos renunciar a caminar sin muletas. ¿Cuál es el precio de dejar que nos conviertan en cyborgs? Se piensa en las nuevas posibilidades que dicha conversión nos ofrece, y ya hay quienes pagan auténticas millonadas, pero no en lo que desaloja el ejercicio de dichas posibilidades.

Gracias por tan sugerente entrada

M. A. Velasco León dijo...

Seguimos, por desgracia, cegados por el brillo de lo nuevo. Deslumbrados, incluso, con frecuencia ante los nuevos juguetes que ponen en nuestras manos. No nos detenemos a pensar su precio, su ámplio y diversificado precio. No gozamos de esos regalos gratis y menos todavía cuando se hayan convertido en imprescindibles.
Gracias por tus acertados comentarios.

David Porcel Dieste dijo...

Exacto. Dos lecturas que ahondan en lo dicho: Arte y técnica (Lewis Mumford) y Abejas de cristal (Ernst Jünger) Ambas auténticas joyas que siguen manteniendo todo su valor